El video sigue a dos colegas que, a pesar de compartir el mismo escenario, cantan en diferentes momentos del día, cada uno en su propio espacio y contexto. La narrativa visual juega un papel fundamental: en el exterior, durante las tomas en la calle, el video se presenta en blanco y negro y en formato 4:3, evocando la estética cruda y retro de los antiguos videos de rap. La calle es su territorio, un lugar de contraste y de realismo, donde se sienten los ecos de lo urbano y lo rudo. Cuando se trasladan a los interiores, la paleta de colores se despliega en su máxima expresión, y el formato cambia a 16:9, señalando el paso a un espacio más íntimo y personal. En el clímax del video, ambos se encuentran en el escenario, y aquí, por fin, todo se transforma a color. El 4:3 se diluye en un formato más amplio y fluido, y los dos cantan juntos, reflejando que, al final, lo que realmente importa es estar sobre la tarima, donde ambos son verdaderamente felices.